
He tenido días malos en los que he escrito solo para mí. Hoy me atrevo a compartiros mis miedos, mi oscuridad, no para que me déis ánimos, sino como ejercicio de honestidad con las personas que seguís mi proceso. Ahí va:
A veces pienso que podría llegar a volverme loca, si es que no me he vuelto loca ya. Hace un tiempo que he dejado de mirar al presente y al futuro con ilusión. Siento apatía por todo en general. Es como si hubiera dejado de soñar y el futuro se desdibujara. No hace tanto desde que he tomado plena consciencia de la gravedad que supone tener cáncer. De que el cáncer mata. Sé que no tengo por qué morirme, de hecho, lo más probable es que eso no pase, al menos no próximamente, pero de algún modo esa idea se ha instalado ya allí, en el rincón de mi mente que hasta ahora se creía inmortal, y dudo que se vaya nunca más. He escuchado tantas veces eso de “vamos a hacer X para quedarnos tranquilos” que, como en el cuento aquel en el que decían que venía el lobo, ya he dejado de creer. ¿Hasta cuándo? Es jodido. Tener consciencia de la muerte no siempre te lleva a querer comerte el mundo a cada segundo, como siempre había creído que sería. A menudo pienso que podría distanciarme de cada cosa que amo, antes de que el vendaval lo pudra todo. Y en lugar de eso, agarro fuerte la cuerda y la tenso un poco más.
Y (me) descuido
Y (me) desgasto
Y (me) destruyo
Y qué desastre
Descalza y desnuda
ante un presente que nunca quise.
Ante un futuro al que, inmóvil, no alcanzo ni siquiera a imaginar.
Ante el miedo
a haber perdido el control de mí misma
De mis actos
A no saber dónde está el término
Me
Dio
Para ser egoísta sin serlo
a dejar de estar aquí
A estar estando
Matándolo todo en vida.