Solo hay dos cosas que consigan hacerme madrugar: un viaje y que vayan a salvarme la vida. “Idoia Miranda Navarro, 21 de marzo de 1982”, le digo de carrerilla antes de que me pregunte a la enfermera que va a hacerme la extracción de sangre a las 7 a.m. Aunque llevaba 20 días sin pisar el hospital, ya soy toda una profesional en esto y me conozco el protocolo. La chica se ríe y me desea suerte cuando salgo del box número 11. Estoy sobada perdida, anoche me acosté más tarde de lo previsto entretenida viendo cómo al tocarme la cabeza caían pelitos a la pica del lavabo. Básicamente me estoy vaciando del lado izquierdo, aunque aún no se nota a la vista, ni tenía la almohada llena de pelos esta mañana ni nada, pero me da que no voy a ser el milagro que le decía a Asun que iba a ser y que en poquitos días ya podrán aterrizar aviones en la pista de mi coco. “Pasa del pelo. Vuelve a crecer”, me dijo alguien
que ya ha pasado por esto y que me dio un chute de los que me gustan, cañero y sin edulcorar, hace unos días (¡gracias, Laura!). Yo cuanto más corto lo tengo, más guapa me veo, la verdad, pero bueno, también da un poco de palo que la enfermedad se haga tan evidente como lo es en las personas que veo en la sala de espera de Extracciones que, sin que me digan nada, ya sé lo que les pasa y me dan ganas de hablar con todas ellas y decirles que yo también soy de su club, y que cómo lo llevan, y que les deseo lo mejor, y que somos unos campeones de la Liga Antimariana. Paso del pelo pero no, joder, que sin ser una esclava de la imagen, una tiene su punto presumido y yo rapada me veo estupenda y modernísima de la muerte (gracias, Mariano, por descubrirme este style) y para este look aún no se han inventado pelucas. En fin… en un rato he de volver al Sant Pau para que la oncóloga me explique los resultados de la analítica y, en base a eso, defina cómo ha de ser la próxima quimio que me darán mañana. Por eso la enfermera me deseaba suerte, ojalá mis defensas sigan a tope. También le he de explicar lo bien que me encuentro y le enseñaré el tatoo que me dio permiso para hacerme y que fue el motivo de que quisiera comérmela a besos en la anterior visita, además de porque ella de por sí es más bonica que las pesetas y confía en mi fuerza y dice que su ojo clínico, que es muy bueno, le dice que yo de esta salgo airosísima. Ojalá tenga razón. Por ahora lo que es seguro es que yo solo madrugo por dos cosas, pero por mucho que vayan a salvarme la vida, a mí el sueñaco no me lo quita ni Cristo, así que me voy a acostar otro ratito antes de volver a por las buenas nuevas.
Buenos días-noches, bonitos y bonitas que me leéis y os interesáis. Que tengáis un buen jueves.