
¿Cómo es que te ha dado por raparte? Algunas personas me han preguntado esto hace unos días por el pueblo y me ha dado una pereza tremenda responder la verdad, así que me he hecho la loca. No me avergüenzo, pero el cáncer lo ha invadido todo de una forma tan bestia en el último año que necesitaba un respiro. Poner distancia. Me lo he tomado tan en serio que, a ratos, necesito mirar o tocar el hueco que dejó mi teta izquierda para darme cuenta de que todo ha sido tan real como el suelo que piso. Y es que, cuando soy consciente, tengo miedo. Miedo a que vuelva y, de nuevo, lo colapse todo. La felicidad que me provoca el sentirme curada se tiñe de gris al pensar que el cáncer puede volver. “Sigue autoexplorándote”, me dijo la oncóloga la última vez que la vi, “también en la mastectomía”. Y lo hago, creedme que lo hago. Cagada de miedo, pero lo hago. Y luego, miro para otro lado, me bebo una cerveza o dos y trato que los demás crean que me rapé porque me dio la real gana. Ya se darán cuenta cuando vean que me falta una teta, pienso.